Denominada divisa punzó o cintillo federal, fue durante varios años el símbolo de la lealtad al sistema federal de gobierno. Fue entre 1829 y 1831 que los caudillos federales derrotaron los intentos del unitarismo salvaje por afianzarse en el país. De algún modo había que celebrar la nueva realidad que vivía la patria. Para cuando la divisa punzó apareció en escena, el color rojo aumentaba exponencialmente al punto de introducirse en las calles, las viviendas y en las mismas personas. Los uniformes de los escolares, los moños que lucían las damas porteñas y el chaleco de los hombres –el “chaleco federal”- eran todos de aquél color. También los carros fúnebres, la mayoría de los uniformes de los regimientos y las plumas de los caballos que trotaban por las calles. Buenos Aires festejaba los triunfos federales con un Tedeum en la Catedral el 27 de enero de 1832, con la curiosidad de que parte de los asistentes lucían una cinta color punzó en el pecho y hacia el lado izquierdo: nacía la “divisa punzó”. Aunque los anteriores puedan parecer datos menores, no lo son en realidad, pues reflejan que la divisa punzó era la identificación plena de un modo de vivir y de una genuina definición política. Y sino, veamos lo que sucedía en 1880, veintiocho años después de derrocado el Restaurador de las Leyes, cuando los milicianos y soldados del interior llevaban el cintillo federal con orgullo.
“Reciba mi don
cinta colorada y fuerte,
tiene el letrero que dice:
Federal hasta la muerte”